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Hablamos con Jon O’Brien, el presidente de Catholics for Choice

Entrevista con Jon O’Brien, presidente de Catholics for Choice (Católicos por el Derecho a Decidir), organización que trabaja por los derechos sexuales y reproductivos desde una perspectiva de la cultura, la fe y la moral.

Nacido y criado en Irlanda, cuenta con mas de 20 años de experiencia en el desarrollo de estrategias globales para mejorar la salud reproductiva y los derechos.

P: ¿Qué es Catholics for Choice?

Jon O´Brien: Catholics for Choice (CFC) es una organización que pretende dar voz a la gran mayoría de los creyentes de la Iglesia Católica quienes no estamos de acuerdo con los dictados del Vaticano en asuntos relacionados con la sexualidad, el matrimonio, la vida familiar y la maternidad. La jerarquía católica juega un papel enorme en lo que es la denegación de la buena salud reproductiva a nivel mundial a través de la presión que ejerce sobre gobiernos y, por ende, su influencia en las políticas públicas, en la calidad y el acceso a los servicios de salud y en el dialogo social. En Catholics for Choice, nos esforzamos por ser una expresión del catolicismo tal y como es vivido por la gente corriente. Además, creemos que las enseñanzas católicas sobre la conciencia significan que tenemos dos responsabilidades: seguir nuestra propia conciencia y respetar el derecho de los demás a hacer lo mismo.

P: ¿Qué papel ejerce la conciencia en la salud sexual y reproductiva?

JO: La conciencia constituye un elemento central de la enseñanza moral católica, y se deriva de nuestra libre voluntad que nos permite tomar decisiones verdaderamente voluntarias. Nosotros respetamos y afirmamos la autonomía de cada persona respeto a la sexualidad en la autonomía individual con respeto al sexo y la sexualidad. En la actualidad, la mayoría de los católicos ejercen su conciencia al optar por no seguir algunos de los pronunciamientos del pontífice en materia de política pública. La jerarquía católica, por desgracia, ha dedicado considerables recursos a luchar contra la libertad de conciencia, luchando para asegurar que los servicios ya no están disponibles para los individuos – católicos o no – que desean hacer elecciones saludables para si mismos.

Mi tradición católica de justicia social me dice que no solamente debería seguir mi conciencia sino que, sobre todo, estoy obligado a hacerlo. A veces el disentir, puede tener un efecto fortificador en una sociedad necesitada de cambio. La tradición católica está llena de desacuerdos entre sus creyentes y hay espacio para el disentir en lo que se trata de enseñanzas no-infalibles, entre las que se incluyen las enseñanzas sobre el aborto y los anticonceptivos.

P: ¿Puede explicar las diferencias entre las creencias de la jerarquía y de los católicos en el mundo actual?

JO: Existen diferentes maneras de vivir con fe. Una sociedad bien construida crea sus leyes para proteger la libertad de culto tanto como la laicidad. Sin embargo, a veces se pierde el equilibrio, y alguna religión, o un grupo conservador dentro de alguna religión, llega a dominar las vidas de los ciudadanos hasta el extremo de que las libertades individuales se empiezan a disminuir. El dilema ante el que nos enfrentamos (y no sólo personas católicas) es que nuestros líderes religiosos no comprenden las creencias de la mayoría de los feligreses. No obstante, muy lamentablemente, cuando los políticos quieres saber lo que opina una comunidad de personas religiosas, su tendencia es acudir a las altas esferas de la jerarquía de dicha religión, donde lo que consiguen es una opinión muy conservadora, la cual no es un fiel reflejo de las vidas y creencias de la gente de a pie.

En términos políticos, cuando los católicos votamos, no lo hacemos con una visión del mundo distinta a la de los no-católicos. La jerarquía de nuestra iglesia tiene grupos de presión bien financiados y a su disposición en muchos países, pero cabe destacar que esto no es lo mismo que realmente tener un control total sobre las conciencias de los ciudadanos católicos.

P: ¿Por qué insiste CFC en la importancia de los ‘menos favorecidos’ en la discusión sobre el acceso a los servicios de salud reproductiva?

JO: Uno de nuestros principios es que todo el mundo, y no solamente personas ricas, debe tener acceso a la asistencia sanitaria en general y a la que tiene que ver con la reproducción y la salud sexual en particular. En países donde existen leyes draconianas que despojan a la gente de sus derechos a decidir sobre su fertilidad, a menudo encontramos abusos también de otros derechos humanos, especialmente los relacionados con la libertad sexual. Y la lupa a través de la cual mejor podemos examinar las políticas de salud sexual y reproductiva es a través de la experiencia de los menos favorecidos, precisamente, de los que, como católicos que somos, estamos obligados a defender. En América Latina, por ejemplo, las mujeres privilegiadas pueden acceder a un aborto seguro, aunque ilegal, en su propio país o viajando al extranjero. Son las mujeres pobres, las desposeídas y las que no ostentan poder quienes ponen en riesgo su salud y, en algunos países, sus vidas al intentar interrumpir un embarazo. Una sociedad justa cuida a todos sus miembros y el acceso a la planificación familiar está incluido en el derecho a la salud, como parte de un mundo equitativo. Creemos en esto, no a pesar de ser católicos, sino precisamente porque somos católicos.

P: Las amenazas a la elección no solamente pasan en los países en vía de desarrollo, sino en los Estados Unidos también, ¿verdad?

JO: Si, pese a contar con tantos años de experiencia como activista en defensa de estos derechos, me escandaliza ver el asedio al que aun se someten los anticonceptivos en los EEUU. Políticas diseñadas para asegurar el acceso igualitario a los anticonceptivos son fuertemente atacadas desde la jerarquía católica con el apoyo de los políticos mas conservadores, quienes pretenden caracterizar el acceso a los anticonceptivos como una amenaza a la libertad de culto cuando en realidad la situación es la inversa.

En los EEUU es una tragedia que la salud reproductiva de las mujeres a menudo se sacrifica en el altar del oportunismo político de los diferentes partidos. Los Europeos debería aprender esta lección, uniéndose y luchando para impedir que esta misma tragedia política se manifieste en otras partes del mundo donde quizá se valore mas la libertad individual. Creo que la gente de buena voluntad, sea religiosa o no, socialista o conservadora, debe trabajar junta para evitar que todos estos temas estén siempre en un tira y afloja constante. La salud sexual y reproductiva debe ser reconocida como un derecho que hay que garantizar constantemente y defender por y para todos.

P: Mucho trabajo por hacer, ¿no?

JO: Viendo el fracaso de la jerarquía católica para convencer a sus propios feligreses, ahora pretende influir en los sistemas políticos de todo el mundo. Y lo hacen supuestamente en nombre de todos los católicos. Por eso, es cierto que el trabajo por hacer es mucho. CFC siempre procurara que lo que los católicos realmente pensamos acerca de la sexualidad y la planificación familiar se haga oír. La mayoría del mil millón de católicos en el mundo apoya lo que decimos como CFC, así que si la jerarquía se manifiesta en contra, lo hace solo como una parte pequeña de la totalidad de los católicos. En una democracia moderna, no puede prevalecer la opinión de una minúscula minoría sobre los derechos y el bienestar de la mayoría. Nuestra fe no nos obliga a abandonar nuestra conciencia, sino todo lo contrario.

Escuchar las voces de los y las católicos en todo el mundo, y darles una plataforma para exponer lo que piensan y sienten es la mejor forma de contrarrestar a quienes representan mal a los católicos, impidiendo que las sociedades puedan alcanzar las máximas cotas de libertad sexual y reproductiva.

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