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Aumentan las infecciones. Tendrán que hacerlo la educación y la detección

Nuestros sistemas sanitario y educativo tienen la capacidad de hacer mucho más para que disminuyan los casos de infecciones de transmisión sexual.

La salud sexual es un estado de bienestar que va más allá de la ausencia de problemas de salud como las infecciones. Pero si no se eliminan los problemas no es posible disfrutar de ese bienestar.

Por eso nos fijamos hoy en un problema de salud pública que preocupa a las autoridades sanitarias y que está apareciendo en los titulares de los medios: la prevalencia de infecciones de transmisión sexual es la más alta de los últimos 25 años, es decir, desde que existe un registro nacional. Han aumentado la sífilis, la gonorrea, la clamidia y el papiloma. Además, se está produciendo un retraso diagnóstico que impide que estas infecciones se traten tempranamente y que aumente la transmisión. 

Las causas de este aumento

Es importante que quede claro que nuestro sistema de salud es capaz de detectar un mayor número de casos. Durante los últimos años, la recogida de datos ha aumentado su eficiencia, tanto a nivel estatal como autonómico, y muchas comunidades autónomas han puesto en marcha programas específicos de detección precoz en espacios alternativos a los centros de salud. Pero las infecciones de transmisión sexual todavía son un tema tabú que provoca vergüenza y miedo, lo que hace que muchas personas no quieran realizarse una prueba de detección y, mucho menos, a través del personal de atención primaria.

Y aquí hay que señalar la ausencia de campañas oficiales de sensibilización. En la década de 1990 se hizo viral la campaña que, bajo el lema “Póntelo, pónselo”, insistía en la importancia del uso del preservativo. Pero hace años que no vemos un esfuerzo similar en la prevención de infecciones; seguramente, porque el descenso del VIH (que afortunadamente continúa) ha hecho que no se considerara necesario. El control de esta infección ha sido enorme tanto con su tratamiento como con su prevención -incluyendo la profilaxis pre y post exposición-, pero esta evolución positiva ha supuesto, seguramente, una falsa sensación de seguridad en la población general que, de hecho, podría estar en el origen del aumento de otras infecciones.

Merece la pena hablar de las dificultades que muchas veces acompañan a la utilización del preservativo. Porque no se trata tanto de saber o no utilizarlo, sino de poder proponerlo y negociarlo; una cuestión muy a menudo atravesada, además, por cuestiones relacionadas con el amor romántico. También resulta difícil negociar prácticas en un contexto en el que la penetración es percibe como la práctica estrella, o en el que se imponen algunas prácticas basadas en asumir riesgos para, supuestamente, aumentar las sensaciones, ignorando que hay otras prácticas que no transmiten infecciones y que, por no conllevar agobios, resultan mucho más placenteras.

Los datos nos dicen que pese a que las infecciones de transmisión sexual son mucho más frecuentes en los hombres, es muy significativo el aumento exponencial en mujeres durante los últimos años. Además, y a pesar de que las infecciones afectan a personas de todas las edades (aunque la media de edad de diagnóstico se sitúa en la treintena), la tasa de abandono del preservativo por parte de la población joven es importante, y el 40% de las personas jóvenes sexualmente activas reconoce no haberlo utilizado en el último año.  

Cómo disminuir los casos

Teniendo en cuenta este último dato, una vez más resulta imprescindible poner el foco en la educación sexual. No para aterrar al alumnado con fotografías de infecciones ni con una lista interminable de síntomas, sino para transmitir la idea de que los genitales, al igual que el resto de partes de nuestro cuerpo, pueden enfermar; y de que, cuando esto ocurre, es muy importante acudir a los servicios de salud, sin miedo a una regañina. De la misma manera, el aula es un espacio fantástico para desmentir que pedirle a la otra persona que se ponga el preservativo es un gesto de desconfianza, y para que se comprenda que, al contrario, es protegerla. También es un espacio privilegiado para entrenar las habilidades de comunicación y negociación que se acompañan a la puesta del preservativo.

La segunda clave está relacionada con la detección precoz de las infecciones. Las comunidades autónomas deben seguir apostando por la creación de espacios amigables en los que se realicen pruebas rápidas, y que tengan la capacidad de atraer a diferentes grupos de población. Las personas jóvenes deben seguir estando en el foco, puesto que el pensamiento mágico propio de esta etapa de la vida, así como la baja percepción de riesgo, pueden hacer que haya un enorme retraso en el  diagnóstico. Dicho trabajo autonómico debe complementarse con acciones a nivel nacional, relacionadas no sólo con la recogida de datos, sino también con la información y con los recursos para prevenir estas infecciones.