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Nuestro trabajo con personas cuyas raíces están en otro país

¿Qué deben tener nuestras intervenciones y servicios para ajustarse a las necesidades y las demandas de las personas que atendemos y cuyas raíces están en otro país?

Aprovechamos el Día Internacional de las Personas Migrantes para resaltar la necesidad de unos servicios de atención a la sexualidad que partan de las necesidades de las personas usuarias. Necesidades que, en el caso de personas que han vivido un proceso migratorio, son en buena medida similares a las que cualquier otra persona, pero también tienen especificidades. 

SERVICIOS DE ATENCIÓN

“El hecho de que los servicios se encuentren cerca de tu casa o de tus rutinas diarias, facilita mucho que acudas a ellos”

“Poder hablar sin prisas y en mi idioma ha hecho que cuente cosas que hasta ahora no había hecho por dificultad al expresarme”

En general, hablar de sexualidad no suele ser fácil. Es algo que despierta vergüenzas y, a veces, temores, y que se vuelve más difícil para determinadas personas o en determinados momentos.

Todas las personas necesitan espacios que sientan seguros para realizar consultas sobre este tema. Espacios en los que la prisa por terminar no marque el ritmo, y en los que puedan hablar libremente, sin sentir ningún tipo de juicio. Especialmente si existe distancia cultural entre quien consulta y quien atiende, o entre las normas que rigen la sexualidad en la cultura de origen y en la de destino. O cuando no se domina un idioma concreto.

“Somos de culturas diferentes, pero sentir que mi realidad se comprende y que se tenga en cuenta a la hora de hablar conmigo me ha hecho sentir no sólo cómoda, sino tranquila. He sentido que aquí podía hablar sin miedo”.

Más allá de la ausencia de juicios, la intervención ha de partir de una verdadera comprensión acerca de las cuestiones culturales que configuran la identidad de la persona que tenemos delante, y que influyen en sus vivencias; especialmente, en aquellas vivencias relacionadas con la sexualidad.

De la misma forma que los/as profesionales nos ocupamos de nuestras competencias respecto a los temas que vamos a abordar y también respecto a las habilidades interpersonales que necesitamos para hacerlo, la competencia intercultural no puede ser una excepción. 

INTERVENCIONES GRUPALES

“Poder hablar de esto y compartir experiencias con otras mujeres de mi cultura me ha encantado, porque por un rato me he sentido comprendida y acogida”

“Necesitamos poder hablar de estas cosas en espacios seguros”

El impacto de la intervención grupal no reside en el número de contenidos que se cubren, sino en la posibilidad de generar espacios de aprendizaje y de intercambio. Muchas veces, el hecho de poder compartir con otras personas las propias vivencias, dificultades y formas de afrontarlas, tiene un impacto mayor que cualquier exposición teórica. Hablar sobre sexualidad permite normalizar cuestiones, responderse a preguntas, tomar decisiones, y también establecer vínculos de comprensión y apoyo.

“A veces no sabemos algunas palabras relacionadas con la sexualidad no porque no existan en nuestro idioma, sino porque no se habla de ello, y por tanto las desconocemos”.

En ocasiones, el trabajo con personas migrantes implica abordar una innegable barrera lingüística que solo se resuelve a través del papel de las personas que ejercen como mediadoras interculturales, y de las y los traductores. Estas y estos profesionales juegan un papel importantísimo, puesto que, sin su presencia, algunas intervenciones no podrían realizarse. De hecho, no sólo facilitan la intervención, sino que favorecen el aprendizaje de nuevos conceptos, desconocidos hasta ese momento por el grupo. El hecho de que no se comparta el idioma no es motivo para no poder realizar intervenciones: si quieres llegar rápido, camina en soledad; pero si quieres llegar lejos, camina con compañía.

Diversidad y barreras sociales e institucionales

Las maneras de ser, desear o expresarnos como personas sexuadas (como hombres o mujeres) son tan diversas como lo somos las personas. En este sentido, la sexualidad es un ámbito individual. Pero no hay que olvidar que los contextos socioculturales juegan un papel muy importante en las maneras en que vivimos la sexualidad. Por tanto, hay unos condicionantes sociales. Nuestra manera de asumir nuestro cuerpo, de entender las relaciones sexuales o de abordar cuestiones como la anticoncepción, el embarazo, el aborto u otras cuestiones relacionadas con la salud sexual y reproductiva como la menstruación, están atravesadas por las circunstancias sociales y los lugares en los que crecemos y en los que habitamos.

Es importante tener esto en cuenta al abordar la atención de la sexualidad de las personas que viven entre nosotras pero vienen de otros lugares, o que han crecido aquí pero pertenecen también a otros contextos culturales. Y eso implica abordarla desde el diálogo y la interculturalidad.

Por otro lado, hay que tener en cuenta también las barreras sociales e institucionales a las que estas personas se enfrentan. Por ejemplo, la discriminación en el acceso a los servicios públicos de salud sexual y reproductiva, que en diversas comunidades autónomas está condicionado todavía a la pertenencia de una tarjeta sanitaria que a su vez depende de la situación administrativa de la persona.

Y creemos que en esto no cabe la diversidad: todas las personas tenemos derecho a que se atienda de la misma manera, es decir, bien, nuestra salud. Incluida la salud sexual y reproductiva. Sea cual sea nuestra situación administrativa. Por eso reivindicamos una auténtica sanidad pública universal, y por eso abrimos nuestras puertas a la atención de las personas que provienen de un proceso migratorio mientras no sean atendidas como corresponde a una sociedad decente.