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¿Os queréis grabar? Estupendo. ¿Difundir sin permiso? Delito.

Grabarse durante un encuentro erótico es una práctica más. Hacer públicos los encuentros sexuales sin el consentimiento de las personas participantes es delito. Un delito al que además suelen acompañar prejuicios y estereotipos.

Algunas personas se graban durante sus encuentros sexuales porque les parece excitante. Es una opción, de las muchas que hay en la erótica. A veces lo excitante es grabarse y ya; otras, hacerlo y luego ver esa grabación. Hasta aquí, todo bien…si ha habido consentimiento.

Tanto el encuentro en sí mismo como estas posibles grabaciones forman parte del ámbito privado y de la intimidad de las personas que participan en él. Ellas deben ponerse de acuerdo sobre cómo manejar la información:  sobre si pueden o no hablar con otras personas sobre ello, y sobre si pueden o no compartir la grabación. Precisamente porque pertenece a la intimidad, lo habitual es que se desee que el contenido del encuentro no se comparta, pero como decimos, depende del acuerdo al que se llegue.

Pero cuando alguien difunde esta intimidad rompiendo el acuerdo, o sin el permiso de las personas que han participado en él, está cometiendo un delito. Acceder a la intimidad de una persona sin su permiso, o difundir (por ejemplo, reenviar) un contenido íntimo que nos han mandado sólo a nosotras/nosotros, son delitos.

Cuando algo íntimo se hace público, las víctimas suelen sufrir además otra realidad: la sociedad normalmente “sanciona” a quienes están en esos videos, audios o mensajes que se difunden. Se produce así un daño que va de la burla al acoso o a otras formas de violencia. Una penalización social que, por otro lado, suele afectar de manera diferente a las mujeres y a los hombres. Cuando ellas son las protagonistas de estos contenidos, muchas veces se dice que son “guarras” o “inmorales”, mientras que si se trata de hombres, se les suele tratar de “pardillos” porque “les han pillado”.

Hace unos días se difundió una grabación de la intimidad de un famoso presentador de televisión, cuyo nombre no decimos para no contribuir al delito y a la penalización social. El asunto tiene más miga, porque la otra persona que aparece en el vídeo no es su pareja. En este caso, se le ha señalado no sólo a él, sino también a su pareja, con un discurso paternalista y victimizador (“pobrecita, ha sufrido una infidelidad”), cuando no se sabe bajo qué tipo de acuerdos funciona esta pareja. Nos parece por eso muy interesante que la pareja del presentador haya aclarado que ella no es la víctima. La víctima es él, cuya intimidad se ha expuesto sin su consentimiento.

Así que ya sabes:

  • Grabar un encuentro erótico:
    Bien, si hay acuerdo
  • Difundir un encuentro erótico sin el permiso de las personas participantes:
    Delito
  • Hacer escarnio de quienes aparecen en un video erótico:
    Muy feo (y muchas veces, violento)
  • Usar los videos “robados” para reforzar estereotipos de género: Indica que es necesaria la educación sexual