Álvaro Bermejo, Director General de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), habla sobre la situación de los derechos sexuales y reproductivos, y sobre la importancia de las nuevas narrativas.
Médico especializado en salud pública, Álvaro Bermejo es director de IPPF desde marzo de 2018, tras más de 20 años de trabajo en VIH y sida, cuestiones humanitarias y políticas de salud en entidades internacionales. Ha sido Director Ejecutivo de la cartera de proyectos de «Sobreviva y prospere» de la Fundación Children’s Investment Fund, y Director Ejecutivo de la Alianza Internacional contra el VIH/SIDA. Fue miembro de la Junta Directiva de la delegación de ONG de países desarrollados ante el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria y trabajó en la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) como Director de Salud y Atención. También ha trabajado para la AECID y en programas de atención primaria de salud tanto en Bolivia como en Nicaragua.
? Afirma usted que los avances en derechos y salud sexual y reproductiva son innegables desde que en 1994 se celebrara la histórica Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo, pero que hay una ralentización en la última década. ¿Cuál es el panorama?
En 1994, el mundo se comprometió a hacer efectivos los derechos a la salud sexual y reproductiva de las mujeres mediante la adopción del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo. Sin embargo, en la actualidad más de 200 millones de mujeres en regiones en vías de desarrollo que buscan prevenir un embarazo no planificado no pueden hacerlo porque no acceden a métodos anticonceptivos modernos. Además, 45 millones de mujeres reciben una atención prenatal inadecuada o no reciben atención en absoluto y en todo el mundo tienen lugar 25 millones de abortos inseguros. Casi dos millones de personas se infectan con VIH anualmente. Una de cada tres mujeres experimentará violencia basada en su género en algún momento de su vida, la mayoría de las veces por parte de su pareja. En última instancia, casi todas las personas en edad reproductiva, aproximadamente 4.300 millones, carecerán de acceso a al menos una intervención básica de salud sexual o reproductiva en el transcurso de sus vidas.
? ¿Qué impide que se haga efectivo el Programa de Acción?
Creo que hay dos causas principales: La primera es un aumento de las fuerzas conservadoras que se movilizan contra la salud y los derechos de las mujeres. Se ha demostrado, sin dejar lugar a dudas, que la promoción de los derechos de las mujeres es esencial para la protección de su salud. A pesar de que hemos presenciado algunos avances en los últimos años, como la legalización del aborto en Irlanda, nos enfrentamos a un enorme movimiento global de oposición que está bien organizado y bien financiado. Esto se hace evidente en políticas basadas en la ideología conservadora, como la Global Gag Rule, instituida por el presidente Trump, que prohíbe que las organizaciones que reciben fondos de los Estados Unidos brinden servicios de aborto o de consejería, refieran a las mujeres a servicios de aborto o aboguen por leyes menos estrictas. Y, por supuesto, estas políticas están influenciadas por el aumento del conservadurismo a nivel global.
La segunda es la disminución de fondos para la salud y los derechos sexuales y reproductivos. Dado que hemos visto avances, muchos entes de financiación han cambiado sus prioridades destinando sus recursos a otras áreas. La financiación a países de ingresos medios ha disminuido considerablemente, a pesar de las arraigadas desigualdades internas. Y muchos gobiernos nacionales no han aumentado su inversión en este tipo de programas a pesar del hecho de que son asequibles. En la mayoría de los países en vías de desarrollo, con alrededor de 9 dólares por mujer se podrían proporcionar anticoncepción moderna y atención durante la maternidad durante un año entero. Sin embargo, como dije antes, hay una enorme cantidad de asuntos pendientes en lo que al acceso a la salud sexual y reproductiva de las mujeres se refiere, por lo que hasta que no comencemos a llenar estos vacíos, no podremos cumplir con la promesa de El Cairo.
? Dice también que la comunidad que defiende los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres no parece ser muy consciente de esta ralentización. ¿Puede explicar por qué?
Más allá de las decisiones de los gobiernos y de la ralentización de las políticas públicas, la sociedad civil ha continuado y profundizado sus reclamos a nivel global. El movimiento de mujeres y colectivos disidentes empuja causas relacionadas con la ampliación de derechos sexuales y reproductivos y comienza, lentamente, a tejer vínculos interseccionales (que deben fortalecerse) con otros movimientos de derechos humanos. Es imprescindible darle lugar a la juventud, que hoy es vanguardia y canalizar esa energía generada por la reacción conservadora. Son las y los jóvenes quienes encabezan muchas de las movilizaciones masivas alrededor del mundo, en defensa de los derechos adquiridos y van por más.
imagen de Paola Luisi
Sin embargo, muchos financiadores continúan comportándose como si la pelea entre los sectores antiderechos y los movimientos a favor de los derechos humanos fuera solamente un problema de los países en desarrollo, sin darse cuenta de que se trata de un enfrentamiento global que hoy se disputa principalmente en América latina y en Europa. En la actualidad, los movimientos antiderechos (impulsados por las iglesias evangélicas conservadoras y la Iglesia Católica) se han convertido en un poder que excede lo territorial: forman parte de los gobiernos, de los parlamentos, de la Justicia y financian campañas electorales con herramientas tecnológicas de última generación.
En muchos casos, los colectivos que luchan a favor de los derechos humanos están desprotegidos y faltos de estrategias globales para enfrentar a estos sectores que influyen en la vida política de los Estados y que se dan estrategias globales. Las campañas en contra de la educación sexual, por ejemplo, son un ejemplo de cómo se organizan estos sectores en todo el mundo. Del otro lado, con poco financiamiento, las estrategias de comunicación y movilización son mucho más modestas y particulares. De ahí la necesidad de fortalecer alianzas mundiales, intergeneracionales e interseccionales. Será la única manera de dar la batalla.
? Hace usted mucho énfasis en que debemos replantearnos nuestras estrategias y narrativas. ¿Cuáles son las tareas/propuestas que hay que abordar, y cómo?
Necesitamos desarrollar narrativas que conmuevan corazones y mentes. Hablamos de los derechos sexuales y reproductivos y la salud, y estos son conceptos importantes que pueden ser abstractos para muchos y muchas. Una de las cosas que debemos hacer es concretar nuestros problemas a través de la narración de historias, ya sea en video, de forma escrita o en ambos. Las mujeres a las que servimos tienen historias increíbles y hemos estado con ellas en algunos de los momentos más difíciles y positivos de sus vidas. Estas son las narrativas que pueden cambiar la forma en que el mundo piensa sobre nuestros problemas y nuestro enfoque.
También debemos tener cuidado de no permitir que el conservadurismo y los movimientos contra la elección influyan en la forma en que usamos el lenguaje sobre los derechos reproductivos, de manera que perpetuemos inadvertidamente el estigma en torno a cuestiones relacionadas con el aborto y los derechos sexuales. Las palabras y el lenguaje se usan para crear significado, y debemos ser estratégicos con las narrativas que creamos y las que adoptamos. Además, debemos denunciar de manera proactiva los esfuerzos extremistas para negar a las mujeres sus derechos y su agencia, y los sistemas de opresión que perpetúan las sociedades patriarcales y la política machista.
Este artículo ha sido publicado originalmente en el número 117 de la revista Diálogos. Para leer otros contenidos, pulsa aquí.