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Tenemos que abrir espacios para hablar de las nuevas realidades

Este 8M, como todos, viene con nuevos debates y nuevas realidades que debemos abordar. Entre ellas están las del papel de internet en las desigualdades. De ello tenemos que hablar.

Este 8 de marzo, que es necesario celebrar y reivindicar, viene con nuevos debates y nuevas realidades que debemos abordar. Como es normal en una sociedad en movimiento. Entre ellas están las del papel de internet y de las redes sociales en todos los ámbitos de nuestra vida, también en el de la sexualidad. Así que aprovechamos el lema escogido por diversos organismos internacionales para este 8M, “por un mundo digital inclusivo: innovación y tecnología para la igualdad de género”, para recordar que sobre internet, desigualdad de género y sexualidad, tenemos que hablar. De lo bueno, que es mucho (y si no, que se lo digan, por ejemplo, a los millones de mujeres que han podido por fin hacer visibles episodios de violencia que permanecían «en lo oculto»), y también de lo que hay que regular de manera urgente:

Violencia de género en internet

Cuando se discute el uso de internet en el contexto erótico, aparecen preocupaciones relacionadas con la privacidad y el consentimiento. Y no puede ser de otra manera, porque compartir contenido erótico a través de internet implica, en muchas ocasiones, determinados desajustes y dificultades porque los códigos no están definidos todavía y porque, aunque lo estuvieran, seguirían reflejando los estereotipos y violencias que se sufren en la “vida real”.

¿De qué tenemos que hablar en este sentido? De las más comunes violencias en internet: la sextorsión, la violencia en la comunicación en redes sociales, chats o páginas web; el acceso ilegal a perfiles en redes sociales para realizar alguna acción contra las mujeres (y en general contra las personas más vulnerables, aunque no sea el asunto que toca hoy 8 de marzo); las amenazas y coacciones; el ciberacoso; la publicación de contenido audiovisual erótico de exparejas que, a veces, incluye comentarios humillantes; la publicación de fotografías robadas de mujeres desnudas; el uso de teléfonos móviles para controlar y vigilar a mujeres víctimas de violencia por parte de sus agresores; el exhibicionismo online o la captación online de mujeres para la trata. Sólo algunos datos a tener en cuenta:

  • 8 de cada 10 usuarias de las diferentes redes sociales reciben contenido erótico no solicitado.
  • El 92% de las mujeres teme que sus fotos privadas acaben en manos de terceros o sean utilizadas en su contra.
  • Las mujeres jóvenes tienen una percepción muy baja sobre las posibilidades de ser víctima, minimizando incluso sus efectos, que son entendidos como molestias irrelevantes o inocuas.

Autoestima a cambio de un puñado de likes

La relación con el propio cuerpo sigue siendo una batalla para las mujeres, que han sido educadas en el valor de la belleza. Pero no cualquier belleza, sino un modelo que ha ido evolucionando siempre con cánones irreales.

Diversas asociaciones médicas están lanzando alertas sobre el gran incremento de chicas que antes de cumplir 20 años solicitan operaciones estéticas para parecerse a las influencers que “venden” determinado tipo de labios, pómulos o pechos en Instagram; las horas de producción detrás de cada selfie aparentemente natural en Instagram pasan desapercibidas; y las modelos con delgadez extrema siguen estando presentes en redes de las grandes empresas de moda. Se ha generalizado el uso de filtros que ofrecen un modelo imposible de belleza para parecer más guapa en una serie de redes sociales cuyo único objetivo es monetizar nuestra legítima necesidad de validación social.

La información en internet

La información que circula sobre la sexualidad no sólo es excesiva, sino que muchas veces también es imprecisa o incluso errónea. Además, el hecho de que sea sencillo acceder a la información no implica que la población, especialmente aquella más joven, cuente con las herramientas para discriminar entre la que es fiable y la que no lo es.

¿Qué hacemos?

Y podríamos seguir hablando de estas nuevas realidades que requieren de nosotras que analicemos lo que está pasando y que actuemos para evitar sufrimiento y garantizar la libertad y los derechos de todas. En SEDRA-FPFE estamos haciéndolo y algo tenemos claro: la educación sexual tiene que ponerse verdaderamente en marcha en todos los centros educativos y en muchos otros ámbitos de mediación social. Tenemos que hablar en las aulas y otros espacios de cómo se construyen los mensajes en las redes; de quién paga y por qué; de cómo los modelos de belleza que se nos proponen responden a unos estereotipos y también a unos intereses; de cómo podemos protegernos, y de un largo etcétera. En definitiva, tenemos que hablar de esto.