La sexóloga y payasa Nuria Cano reflexiona sobre si realmente existe una «normalidad» en la sexualidad en este artículo para la Revista Diálogos que compartimos aquí.
Es habitual que las personas que vienen a una consulta de sexología pidiendo ayuda no hayan compartido con nadie el motivo que les ha traído hasta ese despacho. Tampoco cuando es una dificultad sexológica que afecta a la pareja.
¿Por qué es tan difícil compartir las dificultades y problemas relacionados con la sexualidad?
El modelo sexual es un cajón donde no cabemos todas las personas
Cuando hablamos de sexo, entendiendo el sexo como algo que hacemos, la imagen social compartida por la mayoría es la de un coito. Le hemos dado tanto protagonismo a la penetración vaginal, que es habitual escuchar en la consulta de sexología que todo lo anterior al coito son preliminares, es decir, prácticas sexuales que nos preparan para llegar a la penetración. Colocándolas como prácticas de segunda categoría y sin agencia en sí misma. ¿Cuál es la consecuencia derivada de este modelo? Son muchas las personas que por diversos motivos no pueden hacer coitos. Existen mujeres que por dificultades tipo dispareunia, dolor en la penetración, o vaginismo, contracción involuntaria de la musculatura puboccocígea que impide la penetración, no pueden. También nos encontramos con hombres que pierden la erección en algún momento del encuentro sexual, y no pueden penetrar. Si hemos construido un modelo de gozo basado en el coito, las personas a las que acompañamos en la consulta con este tipo de dificultades, sienten mucha presión por no cumplir con las expectativas de lo que se espera de ellas en la cama.
¿Y qué pasa con las personas LGTBIQA+? Por un lado, es un modelo que invisibiliza sus prácticas y sus cuerpos diversos, sufriendo esa discriminación. Y, por otro lado, les da cierta libertad en el sentido de que no hay un camino dibujado para elles y han de inventar el suyo propio. Esto también ocurre también con otros colectivos, como el de las personas con discapacidad / diversidad funcional.
La sexualidad sigue siendo un tema tabú
Vivimos en una sociedad hipersexualizada, donde la sexualidad se ha convertido en un producto que genera muchísimo dinero. El sexo vende, y esto lo saben bien las agencias de publicidad y marketing. Vemos anuncios por la calle de restaurantes con frases tipo “te damos lo tuyo” o “tan caliente como tú”. Plataformas como Only fans se han convertido en espacios virtuales muy populares donde subir contenido erótico y ganar dinero. Y la pornografía la hemos convertido en una escuela para aprender sobre sexualidad. También desde el boom del succionador de clítoris, Satisfyer, se ha extendido el número de tiendas eróticas por las ciudades.
La sexualidad vende. Pero, ¿nos ha ayudado a liberarnos?
Por un lado, esta hipersexualización ha conseguido que las mujeres (cisgénero) seamos sujetos de placer independientes. Es decir, que podamos hablar de masturbación de una manera natural, sin culpa y sin miedo a ser juzgadas. Nos ha ayudado a mejorar nuestra relación con nuestras vulvas, a descubrir el clítoris y a disfrutar de ese órgano que sólo sirve para dar placer. Ahora bien, si pensamos en esa misma conducta en niñas pequeñas, ¿hemos roto el silencio? Todavía hay muchas familias que tienen niñas pequeñas que se asustan cuando ven a su hija frotarse con el cojín o el brazo del sofá. Hay padres y madres que no saben acompañar esa conducta, llevarla a la intimidad y no juzgar con ojos de adulto esa masturbación infantil, donde no hay deseo o fantasía como en la masturbación adulta. Muchas veces se opta por el silencio, un silencio que se puede interpretar como esto que hago es algo malo, o bien, estará prohibido. Un silencio que después nos puede ir acompañando a lo largo de nuestra vida si ningún adulto a nuestro alrededor da respuesta a nuestras preguntas curiosas sobre cómo se hacen los bebés, o por qué es incómodo ver ciertas escenas de la serie delante de tu familia. ¿Por qué no sabemos hablar de sexualidad? ¿Por qué es tan difícil? A hablar de sexualidad se aprende escuchando, y si nadie en casa, ni en el colegio, me habla de este tema, es fácil pensar que es un tema del que es mejor no hablar.
Hablar de sexualidad es hablar de vulnerabilidad
La sexualidad, además, pertenece a la esfera de lo íntimo. Es un área de la vida privada de las personas y, como tal, no tenemos que compartirla con nadie que no queramos. Hasta ahí todo correcto. Pero, ¿por qué nos cuesta más hablar de los problemas sexuales con gente de confianza? Compartir dificultades relacionadas con la sexualidad hace que las personas muestren su vulnerabilidad como un signo de debilidad. En el modelo hipersexualizado que hemos construido socialmente, la sexualidad es algo que se hace, y cuanto más, mejor. Por ende, las personas que acompañamos en una consulta de sexología no cumplen con su rol social como amantes. Son hombres que no cumplen con esa idea del empotrador (seguro de sí mismo, con iniciativa, fuerte, que sabe cómo dar placer, que siempre tiene ganas). Sin embargo, sigue pasando que la mujer que muestra un rol más parecido al de ellos, es juzgada o no está bien valorada socialmente. Para las mujeres confluyen varios mandatos. Por un lado, la idea de que seas sumisa, pero que te gusten las relaciones sexuales, y por otro, que tengas experiencia pero no demasiada. Por tanto, vivimos con el miedo a no cumplir con las exigencias de nuestro rol como amantes, buscamos encajar para no tener que dar explicaciones, para evitar contar que tenemos dificultades y que nos juzguen o nos insulten. Algo que en la consulta te cuentan con mucha angustia las personas que acompañamos es que ya han vivido situaciones en las que se han burlado de ellas, han hecho bromas o incluso, en el peor de los casos, han vivido momentos desagradables después o durante un encuentro sexual.
Por estos motivos, se me ocurrió trasladar esto que escuchaba en la consulta de lasexologia.com a un teatro. Me parecía necesario poder lanzar estos mensajes a un público mayoritario, que jamás haya pisado una consulta de sexología. Pensé que era importante poder decirle a más personas que puede que eso que estén viviendo, o las dificultades que tenemos relacionadas con la sexualidad, es más normal de lo que pensamos. De ahí que el espectáculo se llame “Lo normal”. La idea es que puedan salir del teatro hablando de sexualidad. Es una invitación para reflexionar sobre sus vivencias, y una excusa para legitimar la idea de que su sexualidad es tan válida como la cualquiera, tengan la vivencia que tengan. Además lo hago desde el humor, que siempre digo que es un buen lubricante, ya que la risa compartida facilita que estos mensajes entren mucho mejor y nos resulta más fácil huir del tabú. La fórmula funciona porque por un lado estás viendo un espectáculo teatral con una payasa haciendo y diciendo tonterías, y por otro estás en una clase de educación sexual. Es mucho más fácil comprar una entrada en un teatro que pedir ayuda en una consulta sexológica, y puede que después de verlo, te animes a pedir cita.
Lo normal
Nadie nos ha contado cómo es el sexo normal.
Pero tod*s lo conocemos.
Mucha gente lo pasa mal.
Pocas hablan de ello.
Una payasa les quiere ayudar.
¡Sálvese quien pueda!
Imagen de Sara Sda: @sara_sda