Hoy, 25N, recordamos que tener salud es también no sufrir violencia. Y que la atención integral de la sexualidad es fundamental para prevenir y abordar la violencia sexual y de género.
Existe una clara relación entre la salud sexual y la violencia sexual y de género, que pocas veces se tiene en cuenta y que puede concretarse en diferentes aspectos. El más visible es que las relaciones sexuales y de pareja son un componente básico de la sexualidad y, por lo tanto, las violencias que se producen en ese contexto son un problema de salud sexual. Lo mismo ocurre con aquellas que se ejercen de forma directa sobre los cuerpos de las mujeres y, en concreto, sobre sus genitales, como es el caso de la mutilación genital femenina.
Las relaciones sexuales y de pareja son un componente básico de la sexualidad y, por lo tanto, las violencias que se producen en ese contexto son un problema de salud sexual.
La violencia sexual y de género y los riesgos para la salud sexual comparten una raíz común, la desigualdad de género. El impacto de las normas de género y las creencias relacionadas con hombres y mujeres sobre la sexualidad está relacionado con muchos problemas de salud sexual y reproductiva como la transmisión de infecciones, los embarazos no planificados, las necesidades insatisfechas de planificación familiar o la propia violencia sexual y de género. Así, las desigualdades de género, combinadas con las normas estrictas que gobiernan la sexualidad, especialmente en el caso de determinadas culturas, se encuentran en la raíz de muchas formas de violencia.
Además, la violencia se ejerce en muchos casos a través de prácticas que están relacionadas con la sexualidad y la salud sexual. Son claros ejemplos de violencia de género obligar a una mujer a interrumpir un embarazo o a continuar con él sin desearlo, o a mantener relaciones sexuales sin protección, aumentando su vulnerabilidad hacia las infecciones de transmisión sexual y el VIH.
Prevenir e identificar desde los servicios de atención a la salud sexual
En este contexto, los servicios de atención a la salud sexual son un espacio privilegiado para la prevención e identificación de la violencia sexual y de género; de hecho, el abordaje de muchas cuestiones relacionadas con la sexualidad y la salud sexual, como es el caso de la anticoncepción, permite identificar situaciones de violencia de una forma temprana. La inclusión de la violencia de género como ámbito a tener en cuenta en estos servicios permite explorar las situaciones de violencia de una forma más natural y garantiza poder llegar más a las mujeres, quienes no sólo pueden haber normalizado parte de la violencia que sufren, sino que muchas veces dicen percibir un cierto estigma en los servicios específicos de violencia de género, lo que dificulta enormemente que acudan a ellos.
Así mismo, estos servicios pueden ofrecer una respuesta a las necesidades que las mujeres víctimas y sobrevivientes de la violencia de género experimentan sobre la sexualidad y la salud sexual, necesidades que están relacionadas no sólo con los aspectos más visibles de la salud sexual sino también con la autoestima, las vivencias o las dificultades relacionadas con el placer y el establecimiento de vínculos.
El disfrute de una vida libre de violencia, también de violencia sexual y de género, está recogido como un derecho sexual y reproductivo y reconocido, por tanto, como un derecho humano fundamental. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, recordamos que la relación entre la salud sexual y el estar libre de sufrir violencia sexual y de género ofrece nuevas perspectivas en el abordaje de la violencia sexual y de género a través de la atención integral de la sexualidad.